Siempre hay una salida III


Lo que dijo, lo cumplió, cada vez que veía mal a mi hermano, nos lo hacia saber, mandaba un mensaje, y nosotros con cualquier excusa, lo llamábamos, para mi madre fue una tranquilidad, saber que la teníamos allí cuidando de él.
Mi madre le cogió un cariño inmenso a esa chica salerosa, y le mandaba cositas, como a mi hermano y yo era el encargado de llevárselas claro.
Cada vez que me veía, me saludaba, aunque me mantenía cierta distancia, no me trataba como a los demás para mi pena, me preguntaba que tal la semana de trabajo, y yo al quejarme como todo trabajador, y ella con esa cara de ángel y ese desparpajo me decía:
-Te cambio la semana de tu trabajo, por una semana  aquí, en el bahía príncipe de la enfermedad.
Yo rápidamente me callaba, pensaba y casi me avergonzaba, siempre nos quejamos, sin pensar que hay personas que están, tanto por enfermedad o en situación de desempleo, peor que nosotros.
Mi hermano, se recupero lo suficiente,para volver a Madrid, y aunque fue una buena noticia, yo sentía que una parte de mi dejaba atrás.
Al pasar los días y mi vida volver a la normalidad y no tener que adaptarlo todo, no se por que, yo solo pensaba en ella, me dormía con su imagen, con su sonrisa, y en situaciones cotidianas, siempre, siempre me acordaba de ella.
Llegaba el sábado, y al salir de fiesta yo me sentía raro, mi pensamiento estaba en lo que la echaba de  menos y pensaba vencer mi timidez y llamarla, pero después no me decidía, no por ello deje de saber de ella, mi madre la llamaba y sabíamos que seguía allí.
Un día recibí un mensaje  de ella, y cuando vi que era su numero, me impaciente al abrirlo, mi corazón se apresuro para leer:
-Que pasa no vas a bajar ni un finde a verme?.
No, le conteste, si no que al día siguiente fui a verla, mis pasos eran hasta torpes según me iba acercando, si tuviera que definir mi estado, era de ansia, que ganas tenia de verla.
Me pare a comprarle una flor, y ese instante me parecío eterno.
Llame a la puerta, y al verme me dijo:
-Hombre el Madrid.
Y yo empecé a reír, si reír, por que desde que allí, me fui, nada me producía, ni risa, ni ganas.
Le di dos besos y ella cerro los ojos, le pregunte si estaba bien al verla asi y me dijo, que hacia mucho que no sentía calor, en ese acto, y a mi me encanto lo que dijo.
No se como, ni que valor, le puse a preguntarle, que por qué, a mi no me hablaba como a los demás, y ella me contesto:
-Para que no te enamores de mi, me quedan dos meses de vida.
continuara...

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