ASHAALI (CAPITULO VEINTIUNO).


Kanira, despertó en la madrugada, se sentó en su incomoda esterilla.

Lágrimas corrían por su mejillas, soñaba con su amado, deseaba su cobijo, sus besos, su calor, la desespero sentir en su vientre, el primer movimiento del bebe y no poder compartir ,con el, esa sensacion, que con el paso del tiempo, una madre nunca olvida.

Lloraba ,al recodar a su amada Arundhati, que no viera como cambiaba su cuerpo ante el embarazo, o que le tocara el vientre, como hacia antes de su partida.

Fulki al sentir la pena de la muchacha, la tranquilizo, pidiéndole calma, en su interior intuía que todo cambiaria, pero Kanira se sentía desgraciada y aturdida.

La vieja oía la conversacion, y pensaba como su hijo, siendo hombre pudiera ser tan comprensivo.

Pensaba en todo lo que sus hijos le alegaban, y en su pensamiento tiempos atrás, recordó el día que la casaron, tal y como hizo con Kanira de la misma forma, y la trato desde un principio de la misma manera, que la trataron a ella, pensó que no había otras formas de tratar a una nuera, mas que nada por lo vivido, pero sus hijos, le estaban enseñando a ella, que todo se puede enmendar, que siempre hay posibilidades, para intentar hacer las cosas, de la misma manera que te hubiera gustado, que te hicieran a ti.

Recordó un proverbio, que su abuelo repetía y ahora le daba sentido...

LA TIERRA NO ES UN REGALO ,DE NUESTROS PADRES,

SI NO UNA HERENCIA, PARA NUESTROS HIJOS.

Pensó que si a nuestros hijos en esta tierra de incomprendidos e injustos, y de sociedad revirada lográramos al menos la libertad y el respeto que sonábamos, seria todo tan...BONITO.

Empezó a llorar, y no podía parar, parecía que por sus ojos salían lágrimas negras, de una vida sacrificada e impuesta, no paraban de brotarle, como si quisiera salir de dentro tanto mal, que vivió y que ha hecho vivir.

Recordaba una y otra vez, el día que hecho de casa a su hijo y nuera, por mero egoísmo y la mas alta incomprensión, a ese hijo por las que largas noches, de su infancia se las pasaba en vela, ese hijo, por las que a veces no comía, para darle su alimento, ese hijo, por el que sufría cuando no tenia para unas pobres sandalias, y veía sus pies descalzos, quemados por el frió o el calor del suelo pisado, las grietas de las plantas de sus pies que ella curaba, ante gritos de dolor del pequeño.

Ese hijo, que no podía darle escuela, como a otros niños que veía, tenia que mandarlo al campo para alguna dura faena, a pesar de su edad, y solo para ganar lo suficiente para comer una sola vez al día, después de tanto sacrificio.

Y solo cuando su vida cambio ,para un poco a mejor, con su pensión, por egoísmo puro y malo, olvidó todas esas cosas por las que sufrieron.

Lloraba, lloraba, lloraba...

Continuara...

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