Tuvo que ser..

Con el alma cautivada, eligió el mejor lugar donde sentarse,  era de vital importancia para el acontecimiento.

Esperaba que el sol de la tarde, reflejara sus tonos rojizos en aquella fachada mora de embrujo y fascinamiento.

Sabia que ese mismo color teñiría su corazón, preparado para sentir esa magia ,que solo la Alhambra produce, a quienes se paran a verla a sentirla.

Sus ojos embelesados por el momento se esforzaban en retener esas bellas imágenes.

Necesitaba grabarlo para siempre en su mente, para que ni el tiempo ,ni los estragos  de la vida, hicieran olvidarlo en el cajón de la memoria.

Loca la llamaban, cuando declaro su amor incondicional a aquel monumento de majestuosidad.

El aire pausado y la noche, se hicieron cómplices, para que ese momento fuera único.

Así fue...

Visiblemente emocionada, caminaba por las viejas calles empedradas ,del casco antiguo de Granada.

Sonreía sabiendo que aquel momento fue el mejor de su vida.

O eso creía...

Pasos lentos y despreocupados ,la llevaron a la calle Elvira ,una antigua calle, poblada de teterias y armonía nazarí.

Se sentó en un rincón, alumbrado por una tenue luz anaranjada, para sentirse Sherezade de su propio cuento mágico y soñado.

Un joven alto, de pelo de noche y ojos de mar ,se acercó, para preguntarle ¿que deseaba tomar?.

Para si ,se dijo ,tomar el tiempo a sorbitos pequeños, para que se quede lo vivido ,muy adentro.

Un té con hierbabuena por favor  le contestó.

Sus ojos en la espera, se cerraron y sus oídos agudizaron, aquella melodía que venia desde el fondo.

Un bello canto de una mujer, que entonaba en palabras de otros lenguaje, le sonó suave y melancólico.

Sin algún resquicio de sospecha, podía imaginar ,que un nuevo mundo ,en su propio mundo se abriría, cuando el chico al traerle el té, la miró.

Sus ojos se cruzaron y sus bocas sonrieron, para hacer notar en el ambiente ,el poder de la mirada.

Ella tembló, el muy hondo respiró.

No sabían que  en ese preciso instante, se rindieron al sentir.

En la noche tardía, juntos de la mano se vieron por el Albaicin.

Con los corazones entregados, necesitaban sus bocas unir.

Las viejas farolas testigos directos de ellos, reflejaban sus sombras  en un solo existir.

Ellas de sus brazos ya no quiso escapar, ni el ,del ritmo galopante de sus latidos ,se quiso desprender.

La madrugada volaba, ellos perdidos en dulces caricias, encontraron  un nuevo amanecer.

Y un rumbo fijo en el que guarecer.

Unidos de la mano, en el cauce del Darro se vieron desaparecer.

Tuvo que ser en Granada.

 Y es que en cualquier historia, que se quiera contar, aparece el Amor,  y todo se vuelve poesía.
Inma_Luna