Del Olimpo.


Que grande me sentí , cuando fui  dueña y diosa de tu olimpo, en un corto tiempo que en mi alma se quedó eternidad.
Viviendo en tus brazos todo invierno, siempre fue primavera, siempre, siempre a tu vera.
Y en ella aquellas hermosas dos luces , de tus faros oscuros, me alumbraron el camino, para desnudarme poco a poco, pero entera, aguantando la furia de no rebosar tu pecera.
Te ame tanto, tan intensa y profundamente, atraves de tu corazón, que en mi el mio siempre huella dejó.

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