Siempre hay una salida I

Quien lea estas letras escritas y la forma de expresarse, sabrá que es Inma, quien lo hace, pero la historia es mía, solo que le he pedido a ella, ya no solo que la cuente aquí, en su blog, sino que me la escriba.
Me llamo Nico, soy de Madrid, y lo que en principio fue una desgracia, a mi me cambio la vida.
No todo en la vida es un camino de rosas, y eso lo se, y lo sabré y vivir con limitaciones no es un error, ni una elección, solo pasa y  hay que aceptarlo.
Mi historia empieza asi...
Mi hermano se fue con unos amigos a la Feria de Abril de Sevilla, a los pocos días, recibimos una llamada de un hospital sevillano, que tragedia estábamos lo más cerca casi tres horas, mi padre estaba enfermo del corazón, y mi madre tenia que dividirse, entre mi padre y mi hermano.
Por lo tanto, fui yo, quien se encargo de estar con mi hermano en Sevilla y mi madre bajaba cuando podía.
De esa forma todos los fines de semana, al salir de trabajar, era yo el enfermero y cuidador de mi hermano.
La enfermedad es caprichosa, y le pillo en pleno divertimento, lejos de su casa de sus seres, y mi hermano se volvió extraño, y cerrado.
Los días en un hospital se hacen eternos, y allí lo mas que puedes hacer es amistad, con los que allí hay.
Había una chica frente a la habitación de mi hermano, estaba siempre sola, estaba enferma pero no se le notaba, porque era la alegría de la sala, iba a visitar a todos ''sus compañeros'', se preocupaba por ellos, los hacia reír, o iba a la cafetería o a la tienda de las revistas y le compraba caramelos etc.
Era como un torbellino humano, encerrado, y buscaba las salidas, en encontrar algo de cariño, de quienes también sufrían como ella.
Aquellos enfermos, eran su familia.
De noche siempre salia a la sala común, donde estábamos los familiares, casi siempre para no estar en las habitaciones y allí siempre estaba ella con sus libros, una gran amante, y de paso charlaba con los que íbamos allí, pero no, nunca se dirigía a mi, aunque si me miraba, y yo cuando veía esos ojos clavados en mi, y esa sonrisa, yo no veía  a una chica enferma, veía a un ÁNGEL.
De pronto me sorprendí, sintiéndome un enganchado a su risa, solo quería escucharla, y a ese acento saleroso, y su gracia al hablar.
Un fin de semana no pude bajar, me puse enfermo, la maldita gripe, y me veía echándola de menos, me culpaba por estar mal y no poder ir a verla, y me preguntaba que me pasaba con aquella chica, que me producía verla, y que anhelaba que pasara la semana de trabajo para salir corriendo, a la estación de tren.
Cuando fui ese fin de semana, e iba llegando, en el taxi, al  hospital mi corazón empezó a acelerarse y mi mente solo proyectaba, la imagen de su sonrisa, me vi impaciente por que tardaba el ascensor, y me fui corriendo por las escaleras, tenia dentro de mi tal impaciencia, que me hacia hacer cosas que me sorprendían.
Llegue a la planta fui a ver a mi  hermano, lo salude le pregunte y me fije en la habitación de ella, estaba cerrada, cuando jamás cerro la puerta, no sabia que hacer, si llamar, si preguntar, no sabia, y me fui a la sala grande, allí no estaba, y me empezaron a temblar las piernas, estaba en una planta de oncología, mi cabeza solo empezó a pensar.
Fui de nuevo a la habitación de mi hermano, coloqué la silla de forma que se viera si abría la puerta o no, o verla pasar o no se, pero allí me quede, toda la noche mirando aquella puerta que no se abría.
Continuara...

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