ASHAALI (CAPITULO TREINTA).


Una nueva boda, sencilla pero intensa, cargada de amor y cariño, bajo el calor de personas, que saben sentir, celebraron.


Los novios estaban tan radiantes como ilusionados, Arundhati, su amiga y la ayee de Kanira, disfrutaban emocionadas.


Fulki de un contento contagiante, pensaba que por fin alguien de su sangre de su familia, se esposaba por amor y con libertad.


Kanira recordaba el día de su unión la verdadera, y parecía vivir también esta boda, como la suya.




Entre los matorrales que separaban el campo del jardín donde se celebraba la comida, se vio a la vieja husmeando, Fulki se acerco al verla, para invitarla a lo que ella por supuesto se negó.


-Madre ya que estas aquí, haznos felices, comparte nuestra alegría, siempre se a dicho, que rectificar es de sabios, y si lo haces este es el idóneo momento, en el que no caberan reproches.


-Soy demasiado mayor y orgullosa y no daré mi brazo a torcer-dijo la vieja.


He venido aquí, para contar desde hoy, el primer día de infelicidad que la ingrata de tu hermana le va a tocar vivir y espero vivir lo suficiente, para verla llorar ante mi, arrastrándose, pidiendome ayuda.


-Creo que te equivocas madre, le contesto Fulki con una exquisita educacion.


Si el amor se acaba, una persona no se arrastra, intenta hacer lo que puede para rehacer su vida y eso no es sinónimo de fracaso, sino que a veces estas cosas pasan.


-No es delito ni ser el peor ser humano, si por lo que se apuesta va al garete.


Hay quien busca toda la vida y no encuentra, y quien encuentra sin buscar.


Si tu luchas, por amor o por la causas que quieras, nadie tiene por que juzgarte.


Madre aunque sea por un instante deja que la búsqueda que a veces no se emprende te encuentre, puedes tener esa suerte.

-Hijo deja las monselgas y se realista, yo lo he sido siempre y nunca os falto la comida.

-Madre por que no quieres tener remedio?.

-Es fácil, hijo, en tus filosofías no entran, que nacemos personas, que solo entendemos de nuestras propias enseñanzas que nos da la vida, y son las únicas que nos sirven, si quieres llamarme soberbia, haz lo, pero no hay otras maneras de verlo.

No quiero buscar metas a mi edad, cuando fui al pueblo, a por mi consuegra, y sentí en el camino, la felicidad y lo que es la paz, me dio el justo miedo, pensar, que abandonar mi ser a esas sensaciones, es abandonar mi espíritu a la vaguedad.

-Madre, no quieres entender.

-Ni ustedes, comprender.

Continuara...


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